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DINERO FÁCIL

El mundo de la producción y el trabajo en la economía cocalera está lleno de múltiples prejuicios que se alejan de la realidad cotidiana de quienes en el país viven día a día de las matas de coca. Constantemente, se acusa al campesinado cocalero de ser partícipe y promover una economía desmoralizada, a la cual recurren bajo la idea de obtener ingresos fáciles, que malgastan en inversiones presuntuosas, lo cual contraría los principios del “trabajo duro y honrado”. Asimismo, los discursos institucionales y de la prensa han impulsado la noción de que el campesino cultivador es narcotraficante o que es un aliado de los actores armados. Estas imágenes y narrativas, además de promover la estigmatización y criminalización de un amplio sector rural de por sí vulnerable, ocultan el íntimo vínculo del campesinado cocalero con el mundo del trabajo.

Trabajo duro. Trabajo a veces amargo

No se trata de dinero fácil. La producción cocalera es un escenario demandante y exigente: muchas horas de trabajo, jornadas extenuantes en difíciles condiciones, potenciales daños is a la salud. Los campesinos y trabajadores cocaleros saben que sólo pueden salir adelante con un alto nivel de disciplina y de exposición a riesgos brutales. Se trata de trabajo para la subsistencia, para sacar adelante la familia, para tener acceso a la tierra, para darle educación a los hijos. Algo cuya importancia puede entender cualquiera.
Lejos de la narrativa estigmatizante, entender la experiencia de los cultivos ilícitos desde sus aspectos más agrarios (la relación con la tierra, la división del trabajo, etc.) y desde las voces de sus propios protagonistas, los y las cocaleras, conlleva a replantearnos los desenlaces, diagnósticos y percepciones que se tienen sobre el fenómeno. La economía cocalera, en efecto, permanece por sus ventajas relativas con respecto de la agricultura legal. Nunca hay que perder esto de vista. La economía cocalera ha permitido un avance social real a las personas que trabajan y subsisten de este cultivo: no solo sus ingresos han aumentado, sino que la coca les ha permitido invertir en la educación de sus hijos y en mejorar y acceder a tierras nuevas (Gutiérrez, 2019, 2021a, 2021b). En segundo lugar, este avance se logra en un escenario de múltiples riesgos, entre ellos el constante temor de ser fumigado o erradicado, de perder la vida o ser judicializado.
Con esta galería titulada “Dinero Fácil” queremos retratar esta otra narrativa, que presenta el mundo del trabajo asociado a la producción cocalera. Para ello, la galería cuenta con diversos insumos, principalmente material fotográfico y de entrevistas, las cuales han sido recolectadas en distintas salidas de campo a municipios de Nariño, Putumayo y Norte de Santander.
La galería es presentada por el Observatorio de Tierras de la Universidad Nacional de Colombia en el marco del proyecto de investigación Drugs and Disorder, bajo la dirección del profesor Francisco Gutiérrez y ejecutada por el fotógrafo documental e investigador del equipo Diego Lagos. La muestra fotográfica también contó con el apoyo y participación de las investigadoras Diana Machuca, Carolina Crosby y Linda Ordóñez. Desde el Observatorio, agradecemos a Bill Abner del Estudio Dust por su trabajo en la curaduría y montaje de la obra que se realizó de manera presencial.

ETAPAS

SIEMBRA DE LA MATA

“A bajar monte, charapear y sembrar la mata”

“Primero, si ya tiene la tierra, toca socalar. Corta todo el monte pequeño con el machete, deja todo lo que es grueso, lo grueso va con la motosierra o con hacha, tumbando y queda así, vea, ahí ya va el sistema del repique que llevamos acá, después ya quemamos y queda ya pelado para sembrar.”
Una de las primeras tareas en la siembra de los cultivos ilícitos, al igual que con otros cultivos legales, es el arreglo de la tierra. Para tener lista la tierra se necesitan trabajadores, jornaleros. Estas jornadas de trabajo inician a las 6 o 7 de la mañana, pero como los jornaleros no viven cerca del sitio de trabajo, deben despertarse a las 3 o 4 de la mañana, dependiendo de las distancias que deban recorrer para llegar al lugar. El día por charapear, sembrar, socalar, fumigar se paga entre los 35.000 y 50.000 pesos. Este trabajo realmente no es para cualquier persona, como lo cuenta una de las personas que entrevistamos:
“La sembrada es duro. Porque usted para sembrar, digamos, suponemos: voy a sembrar 50 arrobas. Para sembrar 50 arrobas tiene que buscar por ahí un máximo 3 barreros que sean buenos. Y usted con esa barra, eso ya es fuerza, usted eso se desmaya. Tiene que comer muy bien para aguantar la jornada.”
Esta es una etapa en la que se aplican saberes y conocimientos comunes para cualquier trabajador de la tierra. El jornalero sabe bajar monte, limpiar y arreglar la tierra, sin importar si el cultivo sea lícito o ilícito. De hecho, la escasa rentabilidad y sostenibilidad económica que genera el sector legal en el país para los campesinos, promueve los flujos constantes de mano de obra del sector legal al ilegal. De igual forma, los ciclos de cosecha y de cuidado de la tierra propios de la coca, generan que quienes la trabajan alternen sus actividades con trabajos del sector legal, principalmente con cultivos de plátano, cacao, palma entre otros.
En el proceso del alistamiento de la tierra y siembra se mezclan la destreza con la fuerza y resistencia propia de las largas jornadas bajando monte. “A veces uno tiene miedo de que en medio de la maleza vaya y le salga un animal peligroso, eso muchos casos se han visto que le aparezcan culebras” , cuenta un campesino cultivador. El tiempo de dedicación a estas actividades también depende de los elementos que se tengan a disposición. Si solo se cuenta con machete una hectárea se puede charapear en unos 5 días entre dos personas trabajando de sol a sol, en el mejor de los casos con guadaña o motosierra puede que se vayan solo dos días.

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CRECIMIENTO DE LA PLANTA

“Así como se cuida cualquier otro cultivo, así toca cuidarla para que crezca”

Es en esta etapa en donde se trabaja para que la mata tenga una raíz fuerte, crezca sana, y produzca bastante hoja. Las labores que esta etapa comprende, son realizadas o por los propios dueños del cultivo o por algunas manos de familiares o conocidos. La labor de “fumigar”, como se le llama a la aspersión de una solución acuosa de agroquímicos en los cultivos, comprende dos grandes actividades: “abonar” y “echar piso”. Abonar es rociar las hojas y ramas de la mata de coca con una mezcla de fertilizantes y plaguicidas. En palabras de uno de ellos: “Es abono pa’ la hoja, pa’ que eche hoja; y veneno pa’l gusano, o sea, pa’ que se muera”. Por otro lado, lo que se conoce como “echar piso” es aplicar una solución de herbicida a la maleza que crece en el suelo alrededor de las matas de coca. Esto, porque:
“Si usted deja la hierba en el piso, pues no le crece tanto la mata, pues ambas plantas terminan compitiendo por los nutrientes”. “A estos cultivos les gusta estar en lo limpio”.
Los fumigadores están constantemente en contacto con sustancias químicas altamente tóxicas, por esta razón, cuando fumigan intentan cubrir su cuerpo con ropa larga. Ya con el tiempo, aprenden a identificar las corrientes de viento para que la mezcla química no retorne a sus cuerpos al ser esparcida.

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COSECHA

“Unos pocos son bien “cocos” , pero al resto la mata los quema y no vuelven a raspar”

La cosecha de hoja de coca también conocida como “la raspa”, involucra a gran parte de la población que circunda los cultivos. En medio de la noche, las cocineras pelan las papas y alistan las calderas, pues el hambre de las y los llamados “raspachines” no espera, y muy entradas las 6 de la mañana comienzan a llegar los jóvenes, niños, mujeres y hombres a recibir el desayuno para iniciar la ardua jornada, precedida por la bienvenida del “patrón”, el dueño del cultivo.
Los más experimentados comienzan cubriendo con retazos de tela la parte de los dedos que más utilizan para la raspa. Esto con el fin de prevenir las ampollas y quemaduras que deja el contacto con la mata. Cada raspachín de acuerdo con su orden de llegada inicia marcando el corte de matas que se vea “más pechuga”, es decir, el corte cuyas hojas se vean más abundantes, pues, “al charrasco uno no le saca nada, se trabaja igual que las otras matas, pero lo que sale de hoja es muy poquito”. Poco a poco se van llenando los “aros”, utensilios que amarran a su cintura para recoger la hoja, y cada raspachín a su propio ritmo va avanzando en el corte que escogió. Algunos parecen máquinas trabajando solos y otros que les gusta trabajar en combo van echando chistes a medida que se avanza en la cosecha.
Los aros comienzan a llenarse con cargas entre los 12kg y los 30 kg, luego depositan las miles de hojas en un hechizo costal de mayor tamaño que llaman “la perra” o “el bongo”, el cual les permite trasladar en sus espaldas cargas entre los 30 kg y los 90 kg. El peso que pueden tolerar en sus espaldas depende del peso, edad, y experiencia.
“Llevar la perra en la espalda desde el cultivo hasta el cambuche es bien difícil, uno tiene a veces que atravesar monte, pichera y río unos 20 minutos…y a veces hasta llueve y muchos se quedan en el camino y uno les toca ayudarles a seguir… que días uno que iba con nosotros se cayó con eso encima y se rompió la pierna”
La cosecha es una de las actividades en las que más participan las mujeres, ya sea como trabajadoras o en el cultivo familiar. Ellas combinan la jornada de raspa con sus oficios cotidianos en la cocina y el cuidado de los niños, por lo que es común encontrar en algunos cultivos gran abundancia de niños raspando algunas hojas y echándolas en el bongo de sus padres.
El pago de los raspachines depende de las arrobas de hoja que puedan recolectar en el día. En nuestras salidas a campo la arroba la pagaban a 10 mil pesos, en algunos lugares la pagaban a 8 mil pesos si el raspachín no traía su comida y a 10-12 mil pesos si él o ella asumía su alimentación durante la jornada de trabajo. Durante la jornada de cosecha, el raspachín aprovecha la frescura de la mañana y evita el sol picante de medio día. Los días de lluvia abundante no es bueno para el dueño del cultivo recoger la cosecha, la hoja de coca pesa y termina pagando demás a sus trabajadores. En algunos sitios, en estos días se recolecta a pesar del mayor peso de la hoja, pero se descuenta un valor del pago total dado a los raspachines.

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TRANSFORMACIÓN

“Eso ya uno se acostumbra a trabajar con esos químicos”

La transformación de la hoja de coca a la pasta base de coca reúne una serie de procesos que le implican al “cambuchero” o al “químico” nuevamente estar en contacto directo con sustancias altamente tóxicas como el amoníaco y el ácido sulfúrico.
Luego de que la hoja es recolectada, esta es trasladada “al cambuche” o a la “cocina” en donde se encuentra el laboratorio artesanal en donde se procesa y transforma en pasta base. Los cambuches son construidos algunos a la altura del piso, otros un poco más altos, otros en materiales más sencillos, para evitar pérdidas mayores cuando son destruidos por el Ejército o la policía, y otros fueron construidos en materiales más resistentes y han durado más de 10 años.
En el cambuche trabaja un químico quien dirige y algunos “cambucheros” que le asisten. Con el paso del tiempo y la práctica experimental se han ido diversificando y mejorando los procesos de cada etapa de la transformación. “No todos los químicos trabajamos igual, algunos le echamos más de esto y menos de aquello, y pues eso uno ya tiene la medida en la cabeza para tener el rinde que necesita”. “Para obtener este Bon Bon [la pasta base de coca] es un proceso largo, hay que triturar la hoja, echarle cemento, cal, nutrimon, gasolina, luego filtrarla, nuevamente gasolina, quitar la hoja, y al final con amoníaco y ácido se corta y se obtiene la bolita, la pasta.”
El olor intenso a gasolina y químicos es uno de los rasgos más particulares de los cambuches, incluso "la quimiqueada a veces no gusta mucho porque la ropa y en general uno, queda oliendo a gasolina, hasta el aliento le cambia a uno”. Esta labor es realizada en total ausencia de máscaras, tapabocas o guantes que prevenga de alguna forma los daños irreparables que se puedan generar.
Esta etapa donde trabaja el campesino cocalero concluye en la trasformación de la hoja en la pasta base, que posteriormente es vendida a otros comerciantes y actores que buscan la pasta de base suficiente para continuar con su proceso de transformación.

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SELECCIÓN ESPECIAL

MANOS

Las distintas etapas de producción y trasformación de la hoja de coca, tienen algo en común y es que todas son especialmente intensivas en el trabajo manual. “Eso con el tiempo uno va sacando ampollas y las manos quedan como hinchadas... hay muchos que la mata les pica y les mancha la piel”. “Eso uno con los años a las manos le van quedando cicatrices, picaduras y manchas que uno ya no sabe cómo quitarse”.
Son manos de jóvenes, de niñas, de adultos trabajadores y conocedores de la tierra que lejos de buscar dinero fácil, buscan trabajar y producir la tierra para tener algún medio de subsistencia.

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Créditos

Dirección: Francisco Gutiérrez
Fotografías: Diego Lagos
Textos e investigación: Diana Machuca, Diego Lagos y Linda Ordóñez
Montaje web: Carolina Crosby Jiménez